martes, 20 de diciembre de 2011

Casi Navidad

En fin. No me sorprende la manera en que la vorágine comercial desplaza el festejo religioso. O cómo quienes quieren promover la religiosidad de la fecha - más ligada al solsticio y a esa común consciencia del final visto por todas las civilizaciones de raíz agrícola y estacional- promueven el rito y no su necesaria introspección.
En fin. Cada vez más una Navidad sin Niño Dios. Pero bueno, apenas observe un pagano pero ya tradicional árbol navideño adornado con imitaciones de billetes de alta denominación. Feng shui le llamaban a esa impostura. Quise revisar si bajo el árbol no había una terminal de carga y descarga o un rastro tipo TIF junto a una clínica privada, pero no, seguía el Nacimiento. Y eso implica que la Crucifixión también sigue ahí. Alfa y Omega, Final y Principio. Aunque no se crea en nada es necesario respetar los ritmos del Cosmos, esa mera consciencia del pertenecer que el toma y daca del mercado no deja de debilitar si se le abandona a la tenacidad de la élite financiera.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Sobre cultura política y literaria en México


Acabo de enterarme de las declaraciones del Dr. Cordova ( precandidato al  gobierno de Guanajuato por Acción Nacional y exsecretario de salud) en las que confunde una obra clásica de Maquiavelo con la obra clásica de Saint-Exupery. Esta declaración fue la última de una serie que amenaza con extenderse como cascada y donde uno de los “argumentos” de la defensa ha sido el demeritar el papel de la cultura literaria frente a la sociedad en general y en su papel de componente relativo del bagaje de una cierta clase política.
En medio del debate aparecen ciertas aristas peligrosas que para apreciarse deben sacarse por un momento del debate electoral para luego retornar a él desde otra perspectiva. En primer lugar, la cultura de la clase política. El gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, y el precandidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador me servirán para ejemplificar. Uno cito en la prensa como las obras que más influyeron en él : El arte de la guerra de Tzun- Su, Las 48 leyes del poder de Robert Greene y La batalla del cinco de mayo de Pedro Ángel Palou (ver http://www.sexenio.com.mx/puebla/articulo.php?id=6615 junto con otros ejemplos locales) El candidato izquierdista habló de “La Constitución”. Visto con cuidado, aquí se revelan las raíces del lapsus de Córdova. Por un lado existe una clase política que se nutre de lecturas – en el mejor de los casos- especializadas sobre el fenómeno y la práctica del poder y, por otro, una expectativa social donde la cultura y, en particular la alta cultura –cierta música, cierta literatura, otras artes- son atributo del gobernante y el ciudadano. Y aquí comienza el embrollo. No sé puede leer El arte de la guerra sin vincularlo con la filosofía  y la cultura china. No es un manual o un compendio como podría aspirar a ser el libro de Greene. Mucho menos se puede hablar de la constitución, un conjunto de normas, como una influencia literaria. Cuando Córdova quiere mostrarse culto confunde un libro que tiene profunda aceptación y resonancias emocionales entre la ciudadanía con un texto, igualmente clásico, pero de una naturaleza radicalmente distinta.
Parece que la visión, la perspectiva sobre la cultura de una buena parte de la clase política mexicana esta permeada por una necesidad de utilidad, por un irrefrenable sentido de lo instrumental, donde lo bello, lo artístico y lo expresivo, está de más.  Esa visión instrumental, de especialista en el discurso del poder, choca con las expectativas de otros componentes de la sociedad que aspiran a algo más integral. Lo verdaderamente desolador es que estos otros sectores de la sociedad – mucho más sensibles a la alta cultura o conscientes incluso del valor de la cultura popular, no meros vivenciadores de ésta- normalmente no le dan al fenómeno del poder la importancia debida y no traducen su diferendo con los especialistas políticos en una posición y una participación cívico-política sostenida que pudiera contrarrestar la brutal especialización.
De momento, la síntesis se antoja imposible. Tenemos especialistas en las técnicas y los discursos del poder y especialistas en las técnicas y discursos del conocimiento y el arte. Son estos segmentos los que se enfrentan en las polémicas estériles del momento. Estériles porque el conocimiento tanto de la esfera del poder como de la alta cultura no trascienden al resto de la sociedad. Una amplia mayoría no leerá ni uno ni otro tipo de obras. Su vida está condicionada ya por la carencia de medios de acción y de expresión, tanto políticos como artísticos. Mientras tanto, la hiperespecialización avanza y la creación de una colectividad conocedora de los mínimos indispensables para saberse, entenderse y expresarse como ciudadana, se posterga indefinidamente.

viernes, 7 de octubre de 2011

Sobre escritura.

Suelo revisar lo que escribo. Sin embargo, otras veces prefiero simplemente pasar mis dedos sobre el teclado y dejar que el momento dicte lo que escribiré. Estos días me encuentro muy preocupado por mis textos. Tras unos cuantos años de escribir cuentos (cortesía de Gabriel Wolfson la pulsión autocrítica) me descubro insatisfecho una vez más con ellos.
Para empezar, creo que necesito ampliar mis lecturas. Los temas que solían atraerme necesitan un nuevo tratamiento. En este sentido, el dar clases ayuda a romper un poco los tabués con los que uno construyó su percepción. Y adquirir otros.
En principio, si bien no renuncio al lector especializado, no quiero perder al lector mayoritario, ese que no es tan consciente de los juegos, rejuegos y construcciones que implica un texto.
Igualmente, quiero lanzarme - aquí sí- a llevar a sus últimas consecuencias algunos caminos - de investigación y de creación- que mi trabajo previo parece sugerir.
En fin. Cosa de volver a empezar.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Incorrecciones fragmentarias.

El otro invierno

Al amanecer las casas se habían esfumado. Toda la extensión del mundo se había convertido en una estepa desolada o, por lo menos, eso era lo que percibía. Me baje de la cama. Afortunadamente seguían en su lugar las chanclas. Luego empecé a sentir el aire.

Triángulo

Ella dejo de amarme. Y en las cárceles en las que entonces me encontraba comenzó a resultarme atractiva la soledad. Una noche me hice de las cintas de un zapato. Las até de un barrote y comencé a besarme con la Muerte. En medio de los últimos espasmos de su lascivo abrazo, me di cuenta lo excitante que es un triángulo amoroso cuando se termina el tiempo.

Marxismo

Siempre me causó estupor la relación entre las apretadas columnas de letras del Capital y Los Cuadernos de la Cárcel con el coraje de un estudiante levantando el puño y con la foto de Dubcek. Ahora que los vendo al dos por uno frente al Palacio de Bellas Artes entiendo que logran una sensación que difícilmente Friedman podrá lograr.

Barroco I

No entienden que esos pliegues, esas sombras, esos desbordamientos son el estruendo de la materia con el pretexto de Dios.

Futbol

Mis amigas no entienden la fascinación masculina por el futbol. Es el placer de una guerra sin muertos, rica en calorías y con ellas al final de la jornada pidiéndonos atención.

Economía neoclásica

Es como esos edificios inteligentes. Abundantes cristales, semejan frías agujas luminosas desde la lejanía. Te acercas, miras con cuidado y te percatas de que no producen nada.

Filias

No hay mayor obsesión sexual que el ocultamiento del cuerpo.

Fragmentación

En medio del debate entre los colectivos de homosexuales revolucionarios radicales y las feministas radicales revolucionarias, nadie se percató que los hijos de puta ortodoxos y unitarios seguían al mando.

domingo, 24 de julio de 2011

Espacios.

Por estos días la ciudad empieza a cobrar un cariz un poco distinto al de siempre. La universidad se encuentra de vacaciones, al igual que el resto de las escuelas. Es más común encontrar a los muchachos en las calles y a las extranjeras tomando el sol en el lado descubierto de la banqueta.

En cierta forma, los tiempos usuales se diluyen. Ya no tengo que estar planeando mis clases ni tengo la presión por ubicar textos que puedan ayudar en esa misión casi imposible de ofrecer el lado vivo de una rama del conocimiento que está en conflicto expreso con el ansía de conocimiento instantáneo y sin costos que priva en el imaginario social de un pueblo tras casi treinta años de neoliberalismo.

Puedo sentarme en mi silla con una taza de café y observar cómo el techo de La Casa de los Muñecos tiene un efecto visual similar al oleaje muy propio del barroco. Puedo ir buscando casonas semiderruidas del fin del XIX o libros antiguos. Incluso los visitantes, en su premura por atrapar lo “esencial” de la ciudad me resultan interesantes. No hay tal, la ciudad no se entrega tan fácil.

En mi caso, hay una paradoja interesante. Si bien he vivido en Puebla desde siempre, nunca me he sentido poblano. Por otro lado, mis estancias en el DF no me resultaron tan demandantes en el sentido de que vivía en esa otra urbe intramuros que es C.U. En cambio, mi estancia en Aguascalientes si trastocó completamente mi manera de relacionarme con mi espacio. De mis tradicionales viajes desde la orilla del mar natal en Veracruz a la urbe inmensa, no quedo nada. Simplemente no tenía asideros mentales para una ciudad nueva, mediterránea, tan distinta a mis espacios formativos.

Muchas veces, al hablar del pasado colonial con mis alumnos quería echar mano del viejo edificio que conocí cuando niño, del viejo cristo macerado que veía todos los domingos. No estaban. Y pese a estar en un espacio católico, su catolicismo no era el mío. Todo parecido, pero diferente. Podía trasladarme a Zacatecas o a Guanajuato – ciudades donde tengo amigos e historias-. Y era lo mismo. De alguna manera parecía que necesitaba armar mi vida en tríadas – Veracruz, Puebla, México/ Guanajuato, Aguascalientes, Zacatecas- para poder más o menos entender el orden de los espacios, las diferencias culturales, sociales y étnicas de algo que, según todos, era un mismo país.

Creo que regrese con la vista limpia, renovada. Todavía no he podido apoderarme de otro espacio, el que representa el Sureste, ese corredor que empieza en Veracruz, sigue en Oaxaca y termina en Chiapas y que representa mi otra raíz. Sin embargo, estoy tranquilo, esperando la oportunidad.

jueves, 23 de junio de 2011

Mediterráneo

1

El desierto. Una línea enorme en el horizonte. El cielo recubierto de estrellas. Son las tres de la mañana. Un jerbo orejudo salta entre las rocas. De repente, siente algo. Levanta la naricilla nerviosa. Algo pasa rápidamente. Nervioso, salta a la madriguera. En el horizonte se ve la luz que se aleja.

2

El agua de mar. Una línea ondulada que viene y va. Viene y va. La otra noche llegaron. Ellos no te vieron. Tú puedes verlos porque conoces la isla. En cierta forma es tu isla, el cielo es tu cielo y esas cabras salvajes son tus cabras. No sabes quienes son. Llegaron extenuados. A duras penas alcanzaron la pequeña bahía. Ahora los ves. No sabes si ayudarlos o quedarte así. Mirando. Vienen mal. Tu padre sabría qué hacer. Te retiras. No es bueno ser visto.

3

El mar. El mar es una línea que se funde con el cielo en el horizonte. Todavía no calienta el sol. Estas en esta playa, todavía hace fresco y te preguntas como llegaste ahí. Anoche estuviste revisando un artículo poco común. Una filóloga argentina dice que encontró evidencia de familias moriscas que embarcaban desde el otro lado del Mediterráneo e intentaban llegar a tierra firme. Dice que algunas volcaron, que otras apenas llegaban para ser apresadas y vendidas como esclavos. Ves de nuevo hacia el mar. Tomas tu sombrero y te alejas caminando hacia la casa.

4

Las estrellas. Recuerdas cuando eras niña y mirabas las estrellas. Era un irse de esta realidad tan pequeña, tan limitada. A veces esperabas ver una estrella fugaz. Tu madre te llamaba desde la casa. Era malo tomar el fresco. Pero tú lo disfrutabas. Disfrutabas como el cielo iba poco a poco oscureciendo. Veías hacía arriba y pensabas en la Vía Láctea. Tu madre te había contado la historia del camino de leche. Imaginabas a Hércules salpicando leche y a la diosa molesta. Pero no. Era el camino de leche. Tu mitología era solo una lámina en el libro y las palabras de tu madre.

5

Los bereberes. Tu maestro siempre uso su nombre para compararlo con el de los barbaros. Ber-ber-ber sonaban esos pueblos del interior para el lector del Corán. Bar-bar-bar sonaban esos pueblos del interior para el amante de la tragedia. Recordabas, eso sí, su silueta robusta y amable, su rostro rubicundo, la memoria de tantos pueblos y tantas lenguas.

6

Borges imagino un laberinto construido por un monarca tiránico. Contó como el prisionero escapaba y luego colocaba al tirano en otro laberinto de arena sin límites. Lo que no imaginó fue un laberinto conformado por el mar embravecido, otro hecho de arena, uno más construido por el despotismo de los hombres con esos dos. El resto de la historia está por contarse.

jueves, 9 de junio de 2011

Panorama previo a la batalla en el interior de México


1) No, no interesa de momento el Estado de México. Ya habrá momento y lugar de mencionarlo, una vez que la situación se defina.

2) Lo interesante son las entidades donde se consolidan los gobiernos fruto de las alianzas electorales – en realidad grupos políticos locales, sin una verdadera vinculación con los partidos que los postularon-. Estos gobiernos presentan en general un aspecto de consolidación de las figuras electas, con distintos grados de dominio.

3) Oaxaca es el estado que presenta una mayor inestabilidad. Esta inestabilidad, no es el fruto de la fortaleza del priismo, sino más bien de las inercias y los agravios acumulados en años recientes. El verdadero conflicto se da entre el poder ejecutivo y el entramado de poderes fácticos de las distintas regiones. Con todo, el conflicto social parece desarrollarse en los márgenes de lo manejable.

4) Puebla presenta un ejecutivo fuerte, sin figuras políticas que le hagan sombra o le sirvan de contrapeso. Sin embargo, el aparato de estado parece no estar operando a su total capacidad, la transición encuentra a una clase política y administrativa que fue devorada por los excesos del marinismo y que, ante la novedad del cambio de signo político, parece no caminar a un ritmo uniforme.

5) Sinaloa se ve fuera del foco nacional. Las heladas del primer semestre del año y la sombra del narco son las únicas notas que de cuando en cuando aparecen en los medios. De lejos, parece existir un cierre de filas de las fuerzas políticas locales.

6) Todas estas entidades muestran ser favorecidas por el titular del ejecutivo. En todas ellas se anticipa el surgimiento de un fenómeno similar al chiapaneco, donde una élite local se arropa en una alianza y, pese a su origen priista, al final del sexenio resulta ser relativamente autónoma a los referentes nacionales, lista a acomodarse a la coyuntura, entre gris y atigrada en la tarde-noche de la transición.

7) La economía se puede convertir en una pesada loza para las clases dirigentes. El hecho de que no haya crisis no obsta para que un sentimiento de desesperanza y pesimismo se vaya extendiendo. Las protestas sociales europeas y árabes no son producidas por el twitter, sino por la imposibilidad de acceder a una vida digna o, más bien, a una vida en la que se puedan satisfacer algunas de las pretensiones que una cultura consumista identifica como el éxito social. Entre la exaltación del consumismo y la falta real de oportunidades es donde la exasperación y el ansia de ascenso social pueden convertirse en el acicate de un cambio que por imprevisible, en el fondo es temido por las élites. El twitter en este caso sólo sirve de espoleta, pero el explosivo viene de lejos y es abundante. Por cierto, la crisis se expresará a nivel federal, cuando los excluidos o incómodos con los acuerdos a nivel entidad puedan articular sus exigencias y el poder ejecutivo federal se encuentre de nuevo débil.

domingo, 22 de mayo de 2011

La hora de la verdad en España

Mientras escribo estas líneas en España terminan las elecciones. El vuelco a favor del PP parece contrastar vivamente con la expectativa abierta por las concentraciones de la Plaza del Sol. Lamentablemente es un fenómeno bastante conocido en México. Pese a lo multitudinario que pueda ser una concentración, ésta no tiene una mayor incidencia en los resultados electorales. Más bien, es indicativa de un proceso mucho más lento, de profunda transformación de las prioridades de la ciudadanía y de sus maneras de hacer política.

Mientras el ciudadano que se congrega en una plaza pide un cambio, expresa una insatisfacción, muestra un rechazo, no tiene un programa unificador, una exigencia que permita convertir ese malestar en un cambio concreto. En la concentración, en la manifestación, se toma consciencia de otras formas de hacer política, de otras visiones de la realidad, incluso puede determinarse el rumbo de una existencia individual. Fuera de la plaza, el mundo de los acuerdos, todo ese entramado que en cualquier país constriñe a la soberanía popular a una mera fuente de legitimidad y no a una presencia actuante de la vida social, sigue operando. Ni la manera de operar del F.M.I. ni de la O.T.A.N. está sujeta a una democratización o un escrutinio. Su operación supera el espacio estatal donde lo popular se expresa. El verdadero problema a la larga, es que estas manifestaciones dejan a esa serie de acuerdos, de aparatos discursivamente montados en la idea de la soberanía popular, desprovistos de legitimidad. Es entonces cuando la hora de la verdad ha sonado, ya que las autoridades recién electas no van a administrar el consenso sino a lidiar con una exigencia de transición, per se indefinida y altamente crítica con lo existente. Retomando una parábola recurrente, tras un movimiento como el que se vive en España, una cierta forma de ver lo político se encuentra erigida sobre arena. En una de esas, es todo el aparato estatal.

lunes, 21 de febrero de 2011

Amaneceres. Egipto y México

A punto de terminar el mes de febrero. La revuelta árabe en la televisión. Más a la callada y bajo las quejas y reclamos de la población mexicana, observo un conflicto generacional similar al que atraviesa esas sociedades. Aquellos que nos formamos bajo el viejo régimen – con mayores agravantes en la medida que estemos más lejos generacionalmente de las elecciones competidas- tenemos una concepción política, más que aprendida, asumida, donde el ejecutivo (léase cualquier autoridad o mando en la cúspide de la jerarquía) tiene el poder definitivo. Arbitro supremo, responsable por acción u omisión de todo lo que acaece a su alrededor, alrededor de su figura e investidura tejemos mitos y anhelos; de su autoridad deviene la nuestra y, cual se tratara de un fractal, reproducimos la estructura jerárquica y autoritaria en todos los círculos en que nos desenvolvemos. De esto deviene la necesidad de guardar las formas, de cuidar las apariencias, de callar nuestras opiniones y esperar el momento para actuar. Se toleran atropellos, se disimulan faltas, los más honestos pensando que cuando otro honesto o ellos mismos detenten el poder podrá usarse ese aparato desmesurado para resolver adecuadamente los problemas. Y así, cuidando las formas, los equilibrios, los silencios compartidos pasan años.

A este polo – necesariamente ideal, en los hechos necesariamente cruzado por contradicciones y matices- se contrapone una nueva actitud. ¿Qué la caracterizaría a mi juicio? Veo una mayor horizontalidad, un cierto desparpajo, un desapasionamiento que no necesariamente es apatía como los críticos a las nuevas generaciones suelen ver. No se trata de algo ideológico – aún-, pero desde otra dimensión, aquella que expresa lo político en lo cotidiano, puede a la larga ser tan catastrófico para la pirámide mexicana de poder como lo fue para la egipcia. La diferencia, creo yo al ver a mis alumnos, a los preparatorianos y a tanta juventud bullendo más allá del sicariato y la inopia institucional, es que esa aparente despolitización y no organización incluye la formación paralela de formas más horizontales, más flexibles, menos ostentosas de ejercer las libertades, conformar las opiniones y a la larga, de un modo difuso y paulatino, de ejercer el poder.

No creo, sin embargo, que un día me despierte con un presidente huyendo a Miami o a La Habana. Más bien, creo que alguien despertará, algún día, en un país donde el vigor de la sociedad haga de la figura presidencial algo tan relevante como la figura del rey de Inglaterra. Y en esa medida jefes, maestros, sacerdotes, maestras, jefas y religiosas( por decir algo) más humanas en su trato y aspiraciones que la constelación de sátrapas de todo signo que suele caracterizar la vida pública y privada del país.

lunes, 17 de enero de 2011

El dia después

Estuve en la sesión del Consejo de Unidad. Tambien conoci los argumentos de distintos componentes de la comunidad estudiantil y académica. Es positivo que el bloqueo - hecha la aclaración de que no fue toma como en un primer momento se difundió- se haya levantado y comience esa lenta reconstrucción de consensos que, evidentemente, se daban por supuestos sin tener un verdadero sustento en la comunidad.
Lo rescatable también es la condena al uso de la violencia y la represión. Si todo marcha conforme a lo dialogado y acordado puede ser el inicio de una mayor cohesión y dinamismo en la facultad. Esperemos que así sea.
Queda patente la exigencia de justicia para los compañeros alumnos que sufrieron la represión. Una vez conocidos los detalles sorprende la falta de sensibilidad y tacto de quien tomó la determinación de obviar el diálogo y apelar a la fuerza llana y simple. Igualmente es el momento de iniciar una reflexión profunda sobre la universidad, su interacción con la sociedad y los diversos actores políticos. El saldo favorable de todo este proceso es percatarse de la madurez de la comunidad de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP.
Mañana, a clases.

domingo, 16 de enero de 2011

La despedida y el inicio

Me asomo sobre Juan de Palafox – la calle que es continuación de Reforma y lleva el nombre de un visitador de la Corona que no tuvo empacho en desatar una feroz campaña antijudía, nada malo para el gobierno de la época pero extraño para una calle de una ciudad laica-. Hay muchachos sentados en la calle, cerrando el paso de los vehículos. Empezó siendo una protesta contra el alza de pasaje y ahora la Universidad tiene una de sus facultades tomadas.
No sé qué pasó para que esto ocurriera. Sí, me lo han narrado. Si, sé que hubo golpes. Y me llega a la memoria la huelga de la UNAM. Un movimiento justo en su momento que terminó en la ocupación de C.U. por la Policía Federal Preventiva. Entre ambos momentos medio la desproporción entre los fines y los medios. Si se había aceptado el retirar el alza de cuotas y tantas otras medidas, ¿por qué no levantar el paro?
Algo de eso veo en la toma de la facultad. Las razones para la marcha son válidas, la protesta por la violencia, también. Pero la toma, conforme pasa el tiempo parece más y más desproporcionada.
En un aspecto no. Está a punto de cambiar el gobierno del Estado. Es una paulatina liberación. De la prensa a modo, de gente que le veía dotes de estadista a un gobernador oscuro, de las revistas de sociales invadidas por recién llegados en plena ostentación. La toma quizá sirva de catarsis para poner sobre la mesa temas que sólo se planteaban en voz baja. Se trata de un sector –el estudiantil- que desde hace mucho se veía forzado a ser espectador de los hechos.
Es bueno el entusiasmo, la voluntad de cambio, el ansia de romper el marasmo. Pero esas fuerzas deben manifestarse en la Universidad y en sus instancias. O en la lucha política de manera acorde a los retos que se plantean. No hace falta cerrar las instalaciones de la Universidad. Todos estamos entendiendo que una época está comenzando. No el morenovallismo, sino más bien el despertar de una ciudadanía aterida. Y esa es la mejor manera de despedir este gobierno.