viernes, 8 de noviembre de 2013

Más que un bloqueo, un eclipse.

Las últimas semanas tuve una larga temporada de no escritura. En parte lo provoco la necesidad (apenas en primera instancia resuelta) de escribir una ponencia. Pero en realidad, en paralelo a esa escritura intelectual, especializada, mi otra escritura - especializada e intelectual, pero antes que nada, ligada a una búsqueda estética- se detuvo como si algo la hubiera trozado de golpe.
Si, sirvió ver como gente joven a la que respeto comenzó sus avatares en el proceso de escritura. Igualmente ver a los colegas de siempre en sus afanes por ser percibidos como autores e, incluso, como buenos autores.
En realidad el problema es qué se busca al escribir. Antes hubiera contestado muchas cosas que realmente ahora no podría suscribir. Mejor comienzo a explorar la página en blanco y poco a poco construyo aquello que quiero. Tengo unos cuentos por ahí descansando en la antesala editorial y un poemario frío en las carpetas de la computadora. Todavía no renuncio a incursionar en temas que como ciudadano me incumben, pero realmente ese registro no está normalmente en lo que escribo.
Pienso que quizá lo que intento es de no circunscribirme al espacio material y temporal donde el azar tuvo a bien engendrarme y explicarme. Si bien hay wannabes que se conforman con ir a esquiar a Aspen y endeudarse lo que resta del año, a mi no me basta con ir a Aspen. Necesito ir a una dimensión personalísima que a duras penas tentaleo y a partir de ahí intento recomponer todo lo demás.
Por ahora, empiezo a sentirme inconforme con lo logrado (casi nada) pero creo que la búsqueda sigue valiendo la pena. 

viernes, 13 de septiembre de 2013

Puebla bajo la lluvia.


Estos han sido días de nubes y lluvia. Cada tres días para un poco la precipitación, sale el sol y, antes de que nos acostumbremos, vuelve a llover al día siguiente.  En lo particular me agrada la manera en que brillan las piedras del centro de la ciudad tras la lluvia, pero no soy indiferente al hecho de que esa magnificencia de piedra, ladrillo, mosaico y estuco suele colapsar durante esta temporada. Simplemente, lo que acostumbramos ver como normal, se vuelve prescindible, cansa, aburre. Un día queda sólo un hueco, una estructura vencida y añosa o un montículo de escombros y entonces añoramos la belleza del primer día.

Hay algunas casonas adornadas de mosaico que me parecen dignas de verse una y otra vez. Otras tienen trabajos en mármol y tableros de cantera que indican una voluntad de diferenciarse del entorno. Resulta paradójica la riqueza de estilos, en ocasiones su simplicidad o, al contrario, su abigarramiento, comparada con la triste monotonía de la ciudad extendida. El reino del concreto y la lámina. Un día imagino esta ciudad extendida expandiéndose sobre las piedras y mosaicos de la primera ciudad de la misma manera que el ruido del tráfico envolvió una ciudad diseñada para el tránsito de caballos. Esos serán días tristes y monótonos, días de fijación en viejas fotografías y grabados. Días de mucho ruido, también.

viernes, 9 de agosto de 2013

Recordando una lectura de Truman Capote

He estado recordando mucho a Truman Capote. Música para camaleones. El texto lo leí hace muchos años, precisamente en esa primera juventud en que se tiene la libertad para leer más de lo que te indican. Ahora, muchos años después, me descubro recostado en la cama recordando más que las historias, la forma en que están contadas, una cierta transparencia y calidez transmitida por el lenguaje y que pone a los personajes frente a uno, gesticulando, cuchicheando, mirando.
Todo había comenzado con “Ataúdes tallados a mano”. Esa era la recomendación de lectura, pero no la respeté. Me fui relato tras relato enamorándome de esa narrativa. Si los ataúdes estaban tallados a mano, estos relatos también. Lo gracioso es que, años después, todavía me intrigue imaginarme reflejado en un espejo como el descrito en la historia que da título al libro.
¿Dónde lo leí? En una biblioteca pública. En Puebla varias de las bibliotecas están resguardadas por edificios coloniales o del siglo pasado. Entre la ex Penitenciaría del Estado y el ex Hospital de San Pedro, podía elegir dos diferentes experiencias de lectura, una marcada por las miradas al patio de la exfortaleza, un juego de hojas y niñas yendo a cursos de teatro o bien, la soledad de un anexo del museo donde rara vez entraba alguien. Un atractivo de ambos espacios era la frescura de la piedra que, aunada al silencio, permitía leer sin sentirse asfixiado.
De Truman Capote no he leído mucho más. Algo de lo que escribió sobre él Luis Villoro me disuadió de leer Desayuno en Tiffanys. Tuve contacto con un texto que escribió a su regreso de un viaje a Moscú – el primero tras el inicio de la guerra fría de artistas estadounidenses a la superpotencia rival-, pero tuve escrúpulos y lo deje en la casa del amigo que lo poseía.

Lo gracioso es cómo, años después, tras leer notas de literatura norteamericana en inglés que ni vienen al caso, vuelve el fantasma de esas letras y se me ofrecen como tentación. No sé si valdría la pena poner música para las iguanas.

martes, 16 de julio de 2013

Larga duración.

Se habla en demasía de la poca memoria de los pueblos. En realidad, estos sí recuerdan. Simplemente tienen una paciencia que no se mide igual a cómo lo hacen los individuos.
Día tras día, con una paciencia de gota, con una lentitud que  exaspera a los visionarios y letrados - rápidos para interpretar la marcha de los siglos como si fuera ballet- la gente va modificando sus derroteros, implantando prácticas que  impedirían reconocer algún paraje o lugar a partir de las costumbres de quienes lo habitan.
De repente, cuando la pradera es un desierto y el mar ha devorado la enésima ciudad, alguien comenzará una marcha hacia otro lado. Su memoria, vuelta mito. Su futuro un gesto, un pulso. Como el deslizamiento de tierras. Como el crecer de las montañas.
Ninguno de nosotros estará ahí para verlo.

jueves, 6 de junio de 2013

Unas palabras sobre las pequeñas especies y Leonardo Boff

Bien. Retorno después de otro periodo de silencio. Últimamente considero esto saludable. Poco a poco, en medio de lo cotidiano, los tiempos cambian. Parece que todo continúa como siempre, pero el escenario ha cambiado. Si no se tiene la precaución de tomarse un respiro y pensar sobre la manera en que han cambiado las cosas, sus sentidos potenciales, se termina en medio de la nada.
De momento, el medio ambiente vuelve a preocuparme. Notas aisladas como la desaparición de una especie de cangrejo de las costas veracruzanas. Años quejándome de cómo los automotores los convierten en pasta sobre el asfalto para que los desarrolladores turísticos los dejen sin hábitat. Lo mismo mariposas, salamandras, pequeñas especies que fueron las únicas con las que pude interactuar en un mundo que cuando nací ya estaba en jaque. El verdadero problema es que no basta lo que se hace. Por más que se vean animales o ecosistemas amenazados en los medios, por más que se reflexione sobre la necesidad de un cambio en el ritmo de consumo de los recursos naturales y la preservación y posible restauración del medio, las malas noticias se acumulan.
En el plano conceptual no estamos mejor. De repente el hombre contemporáneo parece el clásico ajusticiado atado a cuatro caballos, con el agravante de que es él quien da la voz para que estos arranquen su carrera y lo despedacen. Como universitario, como heredero de esa tradición occidental que no necesariamente debía terminar en este triste espectáculo, como mestizo, hijo de veinte sangres, el panorama me resulta desolador y las posibilidades de incidir cada vez menores.
Sin embargo, recuerdo un texto de Leonardo Boff. Su visión integral de la humanidad y el medio, pese a los reparos que a veces me provoca el tono de su teología, me llaman a retomar la esperanza pese a la cada vez más negra perspectiva. Quisiera un tono más mesurado, algo neutro para poder escribir al respecto, pero en un mundo que amenaza ya no tigres o elefantes, ya no otros seres humanos sino pequeñas especies que no costarían nada preservar, hecho mano de lo primero que encuentro, del último texto en el que el llamado a la esperanza me sonó vehemente y sincero.

Afuera llueve. Pienso en los años en que pude vivir rodeado de vida vegetal y de animales. En este mundo donde la riqueza viene del concreto y los combustóleos quién diría que el salto de una rana sobre el piso podría resultar un llamado subversivo a la reflexión y al acto, así sea de escribir.

sábado, 9 de marzo de 2013

Días de Marzo

Son los primeros días de marzo. En Puebla se viven los preparativos para una campaña electoral que se antoja como una fase más de un proceso ya largo, ese extraño juego entre quienes pugnan por la modernización y quienes la resisten, convirtiéndose al final, unos y otros en beneficiarios de la lentitud del cambio social. Lo anterior debido a que las posiciones son intercambiables: a un rasgo modernizador corresponde un sesgo autoritario o una tentación exclusivista que sólo varia los beneficiarios de sus políticas o los gestores de ese cambio desde el poder.
Mariano Piña Olaya, Manuel Bartlett, Melquiades Morales, Mario Marín y ahora Rafael Moreno Valle, pese a sus tremendas diferencias de estilo y formación, han visto el poder ejecutivo como la posibilidad de alterar el balance de fuerzas al interior del estado. Sólo Melquiades Morales basaba su legitimidad en la pertenencia a los grupos locales y su capacidad de generar equilibrios. Bartlett y ahora Moreno Valle, por su parte, se vieron a sí mismos como grandes protagonistas del entorno nacional y, en esa medida y con distinta suerte,se plantearon modernizar el estado y generar una nueva clase política.
El juego entonces, recomienza y frente a las pautas ya conocidas del uso de las grandes instituciones del estado para cimentar prestigios y presencia mediática, el cambio social continúa, sin poderse aquilatar en toda su expresión. Sí, pronto vendrá Audi y se unirá a Volkswagen de México como el motor de la industria local. Pero la manera en que esta ampliación de la capacidad industrial del estado repercutirá en el equilibrio demográfico y ecológico de la entidad, en el uso del agua y la movilidad del ciudadano, apenas es intuida como algo mayúsculo, algo de tal magnitud que no alcanzamos a visualizarlo ni a prever sus costos. En tanto, la Mixteca y las sierras del Estado continúan fuera de la agenda, como si fueran las mismas de hace años, cuando tal cosa no es posible. La duda que me genera  la actual coyuntura se refiere a la manera en que las identidades colectivas y ciudadanas se transforman más allá de las instituciones, en la práctica cotidiana, en los problemas del día a día. ¿Hay cambios de fondo en la manera en que la ciudadanía enfrenta lo político y social? ¿Pueden darse en dado caso?
Frente a posturas que ven la política como un juego de élites en su sentido más estrecho, expulsando al ciudadano de un proceso en el cual siempre está presente, creo que el revaluar la manera en que la gente común va haciendo suya una posición política, una exigencia crítica y, por ende, ciudadana, podría ser la vía para contrarrestar la transformación del espacio público en un espacio de competencia económica y mediática, ya que al final su resultado depende de la decisión del hombre común por votar en contra o a favor de algo, de concentrar el poder o diferenciar a sus detentadores.
Hace mucho que en Puebla no se habla de la importancia de pesos y contrapesos al poder. A lo más, se habla de los intereses contrapuestos de actores que, si por ellos fuera, prescindirían del ciudadano como referencia de su actuar. Frente a la lógica de la concentración del poder, quizá sea momento de retomar la idea del voto diferenciado y la dispersión de la representación electoral como una vía para, en los hechos, acotar cacicazgos y garantizar espacios de consulta y participación.
Recordemos que es precisamente la participación del hombre común la que evita la degradación de la esfera pública y de aquellos especialistas que la misma sociedad genero para gestionar sus instituciones.
La vía es pues, más participación.