jueves, 9 de junio de 2011

Panorama previo a la batalla en el interior de México


1) No, no interesa de momento el Estado de México. Ya habrá momento y lugar de mencionarlo, una vez que la situación se defina.

2) Lo interesante son las entidades donde se consolidan los gobiernos fruto de las alianzas electorales – en realidad grupos políticos locales, sin una verdadera vinculación con los partidos que los postularon-. Estos gobiernos presentan en general un aspecto de consolidación de las figuras electas, con distintos grados de dominio.

3) Oaxaca es el estado que presenta una mayor inestabilidad. Esta inestabilidad, no es el fruto de la fortaleza del priismo, sino más bien de las inercias y los agravios acumulados en años recientes. El verdadero conflicto se da entre el poder ejecutivo y el entramado de poderes fácticos de las distintas regiones. Con todo, el conflicto social parece desarrollarse en los márgenes de lo manejable.

4) Puebla presenta un ejecutivo fuerte, sin figuras políticas que le hagan sombra o le sirvan de contrapeso. Sin embargo, el aparato de estado parece no estar operando a su total capacidad, la transición encuentra a una clase política y administrativa que fue devorada por los excesos del marinismo y que, ante la novedad del cambio de signo político, parece no caminar a un ritmo uniforme.

5) Sinaloa se ve fuera del foco nacional. Las heladas del primer semestre del año y la sombra del narco son las únicas notas que de cuando en cuando aparecen en los medios. De lejos, parece existir un cierre de filas de las fuerzas políticas locales.

6) Todas estas entidades muestran ser favorecidas por el titular del ejecutivo. En todas ellas se anticipa el surgimiento de un fenómeno similar al chiapaneco, donde una élite local se arropa en una alianza y, pese a su origen priista, al final del sexenio resulta ser relativamente autónoma a los referentes nacionales, lista a acomodarse a la coyuntura, entre gris y atigrada en la tarde-noche de la transición.

7) La economía se puede convertir en una pesada loza para las clases dirigentes. El hecho de que no haya crisis no obsta para que un sentimiento de desesperanza y pesimismo se vaya extendiendo. Las protestas sociales europeas y árabes no son producidas por el twitter, sino por la imposibilidad de acceder a una vida digna o, más bien, a una vida en la que se puedan satisfacer algunas de las pretensiones que una cultura consumista identifica como el éxito social. Entre la exaltación del consumismo y la falta real de oportunidades es donde la exasperación y el ansia de ascenso social pueden convertirse en el acicate de un cambio que por imprevisible, en el fondo es temido por las élites. El twitter en este caso sólo sirve de espoleta, pero el explosivo viene de lejos y es abundante. Por cierto, la crisis se expresará a nivel federal, cuando los excluidos o incómodos con los acuerdos a nivel entidad puedan articular sus exigencias y el poder ejecutivo federal se encuentre de nuevo débil.

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