Me asomo sobre Juan de Palafox – la calle que es continuación de Reforma y lleva el nombre de un visitador de la Corona que no tuvo empacho en desatar una feroz campaña antijudía, nada malo para el gobierno de la época pero extraño para una calle de una ciudad laica-. Hay muchachos sentados en la calle, cerrando el paso de los vehículos. Empezó siendo una protesta contra el alza de pasaje y ahora la Universidad tiene una de sus facultades tomadas.
No sé qué pasó para que esto ocurriera. Sí, me lo han narrado. Si, sé que hubo golpes. Y me llega a la memoria la huelga de la UNAM. Un movimiento justo en su momento que terminó en la ocupación de C.U. por la Policía Federal Preventiva. Entre ambos momentos medio la desproporción entre los fines y los medios. Si se había aceptado el retirar el alza de cuotas y tantas otras medidas, ¿por qué no levantar el paro?
Algo de eso veo en la toma de la facultad. Las razones para la marcha son válidas, la protesta por la violencia, también. Pero la toma, conforme pasa el tiempo parece más y más desproporcionada.
En un aspecto no. Está a punto de cambiar el gobierno del Estado. Es una paulatina liberación. De la prensa a modo, de gente que le veía dotes de estadista a un gobernador oscuro, de las revistas de sociales invadidas por recién llegados en plena ostentación. La toma quizá sirva de catarsis para poner sobre la mesa temas que sólo se planteaban en voz baja. Se trata de un sector –el estudiantil- que desde hace mucho se veía forzado a ser espectador de los hechos.
Es bueno el entusiasmo, la voluntad de cambio, el ansia de romper el marasmo. Pero esas fuerzas deben manifestarse en la Universidad y en sus instancias. O en la lucha política de manera acorde a los retos que se plantean. No hace falta cerrar las instalaciones de la Universidad. Todos estamos entendiendo que una época está comenzando. No el morenovallismo, sino más bien el despertar de una ciudadanía aterida. Y esa es la mejor manera de despedir este gobierno.
No sé qué pasó para que esto ocurriera. Sí, me lo han narrado. Si, sé que hubo golpes. Y me llega a la memoria la huelga de la UNAM. Un movimiento justo en su momento que terminó en la ocupación de C.U. por la Policía Federal Preventiva. Entre ambos momentos medio la desproporción entre los fines y los medios. Si se había aceptado el retirar el alza de cuotas y tantas otras medidas, ¿por qué no levantar el paro?
Algo de eso veo en la toma de la facultad. Las razones para la marcha son válidas, la protesta por la violencia, también. Pero la toma, conforme pasa el tiempo parece más y más desproporcionada.
En un aspecto no. Está a punto de cambiar el gobierno del Estado. Es una paulatina liberación. De la prensa a modo, de gente que le veía dotes de estadista a un gobernador oscuro, de las revistas de sociales invadidas por recién llegados en plena ostentación. La toma quizá sirva de catarsis para poner sobre la mesa temas que sólo se planteaban en voz baja. Se trata de un sector –el estudiantil- que desde hace mucho se veía forzado a ser espectador de los hechos.
Es bueno el entusiasmo, la voluntad de cambio, el ansia de romper el marasmo. Pero esas fuerzas deben manifestarse en la Universidad y en sus instancias. O en la lucha política de manera acorde a los retos que se plantean. No hace falta cerrar las instalaciones de la Universidad. Todos estamos entendiendo que una época está comenzando. No el morenovallismo, sino más bien el despertar de una ciudadanía aterida. Y esa es la mejor manera de despedir este gobierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario