Suelo revisar lo que escribo. Sin embargo, otras veces prefiero simplemente pasar mis dedos sobre el teclado y dejar que el momento dicte lo que escribiré. Estos días me encuentro muy preocupado por mis textos. Tras unos cuantos años de escribir cuentos (cortesía de Gabriel Wolfson la pulsión autocrítica) me descubro insatisfecho una vez más con ellos.
Para empezar, creo que necesito ampliar mis lecturas. Los temas que solían atraerme necesitan un nuevo tratamiento. En este sentido, el dar clases ayuda a romper un poco los tabués con los que uno construyó su percepción. Y adquirir otros.
En principio, si bien no renuncio al lector especializado, no quiero perder al lector mayoritario, ese que no es tan consciente de los juegos, rejuegos y construcciones que implica un texto.
Igualmente, quiero lanzarme - aquí sí- a llevar a sus últimas consecuencias algunos caminos - de investigación y de creación- que mi trabajo previo parece sugerir.
En fin. Cosa de volver a empezar.
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