viernes, 9 de diciembre de 2011

Sobre cultura política y literaria en México


Acabo de enterarme de las declaraciones del Dr. Cordova ( precandidato al  gobierno de Guanajuato por Acción Nacional y exsecretario de salud) en las que confunde una obra clásica de Maquiavelo con la obra clásica de Saint-Exupery. Esta declaración fue la última de una serie que amenaza con extenderse como cascada y donde uno de los “argumentos” de la defensa ha sido el demeritar el papel de la cultura literaria frente a la sociedad en general y en su papel de componente relativo del bagaje de una cierta clase política.
En medio del debate aparecen ciertas aristas peligrosas que para apreciarse deben sacarse por un momento del debate electoral para luego retornar a él desde otra perspectiva. En primer lugar, la cultura de la clase política. El gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, y el precandidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador me servirán para ejemplificar. Uno cito en la prensa como las obras que más influyeron en él : El arte de la guerra de Tzun- Su, Las 48 leyes del poder de Robert Greene y La batalla del cinco de mayo de Pedro Ángel Palou (ver http://www.sexenio.com.mx/puebla/articulo.php?id=6615 junto con otros ejemplos locales) El candidato izquierdista habló de “La Constitución”. Visto con cuidado, aquí se revelan las raíces del lapsus de Córdova. Por un lado existe una clase política que se nutre de lecturas – en el mejor de los casos- especializadas sobre el fenómeno y la práctica del poder y, por otro, una expectativa social donde la cultura y, en particular la alta cultura –cierta música, cierta literatura, otras artes- son atributo del gobernante y el ciudadano. Y aquí comienza el embrollo. No sé puede leer El arte de la guerra sin vincularlo con la filosofía  y la cultura china. No es un manual o un compendio como podría aspirar a ser el libro de Greene. Mucho menos se puede hablar de la constitución, un conjunto de normas, como una influencia literaria. Cuando Córdova quiere mostrarse culto confunde un libro que tiene profunda aceptación y resonancias emocionales entre la ciudadanía con un texto, igualmente clásico, pero de una naturaleza radicalmente distinta.
Parece que la visión, la perspectiva sobre la cultura de una buena parte de la clase política mexicana esta permeada por una necesidad de utilidad, por un irrefrenable sentido de lo instrumental, donde lo bello, lo artístico y lo expresivo, está de más.  Esa visión instrumental, de especialista en el discurso del poder, choca con las expectativas de otros componentes de la sociedad que aspiran a algo más integral. Lo verdaderamente desolador es que estos otros sectores de la sociedad – mucho más sensibles a la alta cultura o conscientes incluso del valor de la cultura popular, no meros vivenciadores de ésta- normalmente no le dan al fenómeno del poder la importancia debida y no traducen su diferendo con los especialistas políticos en una posición y una participación cívico-política sostenida que pudiera contrarrestar la brutal especialización.
De momento, la síntesis se antoja imposible. Tenemos especialistas en las técnicas y los discursos del poder y especialistas en las técnicas y discursos del conocimiento y el arte. Son estos segmentos los que se enfrentan en las polémicas estériles del momento. Estériles porque el conocimiento tanto de la esfera del poder como de la alta cultura no trascienden al resto de la sociedad. Una amplia mayoría no leerá ni uno ni otro tipo de obras. Su vida está condicionada ya por la carencia de medios de acción y de expresión, tanto políticos como artísticos. Mientras tanto, la hiperespecialización avanza y la creación de una colectividad conocedora de los mínimos indispensables para saberse, entenderse y expresarse como ciudadana, se posterga indefinidamente.

1 comentario:

  1. José López Portillo fue un presidente de México influenciado por la alta cultura y aun así el país no prosperó; sabemos del desastre económico acontecido en esa época. Entonces, realmente es importante que nuestros gobernantes estén empapados de la alta cultura o que funjan como lo que son: SERVIDORES públicos. Aquí también es preciso meditar sobre la palabra Poder que, como usted menciona, rompe con la "necesidad", tal vez sólo de algunos, de formar una sociedad integral.
    Muy puntual publicación. Saludos.

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