Las últimas semanas tuve una larga temporada de no escritura. En parte lo provoco la necesidad (apenas en primera instancia resuelta) de escribir una ponencia. Pero en realidad, en paralelo a esa escritura intelectual, especializada, mi otra escritura - especializada e intelectual, pero antes que nada, ligada a una búsqueda estética- se detuvo como si algo la hubiera trozado de golpe.
Si, sirvió ver como gente joven a la que respeto comenzó sus avatares en el proceso de escritura. Igualmente ver a los colegas de siempre en sus afanes por ser percibidos como autores e, incluso, como buenos autores.
En realidad el problema es qué se busca al escribir. Antes hubiera contestado muchas cosas que realmente ahora no podría suscribir. Mejor comienzo a explorar la página en blanco y poco a poco construyo aquello que quiero. Tengo unos cuentos por ahí descansando en la antesala editorial y un poemario frío en las carpetas de la computadora. Todavía no renuncio a incursionar en temas que como ciudadano me incumben, pero realmente ese registro no está normalmente en lo que escribo.
Pienso que quizá lo que intento es de no circunscribirme al espacio material y temporal donde el azar tuvo a bien engendrarme y explicarme. Si bien hay wannabes que se conforman con ir a esquiar a Aspen y endeudarse lo que resta del año, a mi no me basta con ir a Aspen. Necesito ir a una dimensión personalísima que a duras penas tentaleo y a partir de ahí intento recomponer todo lo demás.
Por ahora, empiezo a sentirme inconforme con lo logrado (casi nada) pero creo que la búsqueda sigue valiendo la pena.