martes, 16 de julio de 2013

Larga duración.

Se habla en demasía de la poca memoria de los pueblos. En realidad, estos sí recuerdan. Simplemente tienen una paciencia que no se mide igual a cómo lo hacen los individuos.
Día tras día, con una paciencia de gota, con una lentitud que  exaspera a los visionarios y letrados - rápidos para interpretar la marcha de los siglos como si fuera ballet- la gente va modificando sus derroteros, implantando prácticas que  impedirían reconocer algún paraje o lugar a partir de las costumbres de quienes lo habitan.
De repente, cuando la pradera es un desierto y el mar ha devorado la enésima ciudad, alguien comenzará una marcha hacia otro lado. Su memoria, vuelta mito. Su futuro un gesto, un pulso. Como el deslizamiento de tierras. Como el crecer de las montañas.
Ninguno de nosotros estará ahí para verlo.