En estos días he hecho más esporádica mi escritura en blogs. Hay quien me dice que no sirven, no llegan al tipo de lector al que aspira un escritor o, en otro sentido, que es una propuesta más visual, más adecuada para fotografías o vínculos.
A mí lo que me preocupa es su capacidad de distracción. Creo que por estar fraccionando el pensamiento en pequeños tópicos, rachas de ideas cada vez más difíciles de sistematizar, uno empieza a perder la capacidad de concentrarse en un tema o de desarrollar una idea hasta sus últimas consecuencias (posibles).
En fin, hay otra cosa. Tampoco creo que el escribir sea un ejercicio gratuito. A veces, como en esta ocasión, el duelo con el vacío tiene su lado gratificante. Pero me gustaría tener mejores asuntos de los cuales escribir. Tengo una buena razón: en este mundo cargado de barullo y malas noticias, el escribir es una apuesta por la capacidad y la imaginación humana. Frente a mí hay múltiples razones por las que parecería más sano y más urgente llevar algo más periodístico o historiográfico que las sempiternas luchas con el deseo de escribir. Pero, finalmente, estos espacios en blanco, este estar sin ideas es el momento angustiante que preludia un inicio. No sé que ni cual, pero tomarle la medida no puede ser completamente gratuito.